Carolina Bustos [Poemario II]

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Poemas

  1. Tabogo, Oda sin pretensiones poéticas
  2. Basquiat, joven negro
  3. 1

Tabogo
Oda sin pretensiones poéticas

Brincaba yo entre calles llenas de polvo
tratando de imaginar cómo era el mundo
más allá de las marcas que dejaban las suelas de mis zapatos
(unos tenis blancos marca Croydon comprados en el sur).

El planeta en el extremo occidente giraba a otro ritmo.
Era la Atenas abandonada al albedrío de los dioses más borrachos.
Un suspiro casi helénico en un continente extenso
Latinoamérica: el buen vecino pobre.

Y así la crearon, un marasmo urbano cocido con tuétano de indio,
algo raro que sugería la idea de ciudad; síntesis de nuestro mundo.
Tabogo, una planicie colorida y turbia,
microcosmos del gran cosmos; diáfana y vulgar; resquicio en los Andes.

De buseta en buseta, sin visa ni aprobaciones de Estado,
viví, vivimos, creé y creamos la urbEnidad.
Añorada y lejana, a veces tierna, el centro de mis recuerdos
Tabogo de risas, colectivos peligrosos y aroma a fresas con crema.

Crecí en Venecia sin canales ni bienales,
recorrí Lisboa sin azulejos manuelinos,
giré hacia Egipto sin pirámides ni turistas japoneses,
entrevisté al Uncle Sam en la Casa Blanca, sintiéndome en Marruecos,
me sumergí en La Coruña creyendo llegar a Vigo,
pero no encontré calamares, almejas, nécoras ni merluzas,
quizás algunos hombres con aspecto de molusco
y una que otra vieja encorvada en su caparazón, cual crustáceo de agua dulce.

Don Quijote batalló por Castilla sin molinos ni gigantes
Roma ¡Oh, Roma! la ruina estética después de César
Fátima, con María la Virgen en porcelana, protegía al ladrón de Colmotores
Niza, sin Mediterráneo ni playa, ostentaba un feo e insipiente Boulevard
Marsella sin Costa Azul ni moros a la vista
Argelia igual de polvorienta, aún sin magia
Tabogo, la cosmopolita de miserias y olvidos
Pontevedra sin una bahía salada y próspera
Kennedy, Las Cruces, el Quiroga, el 7 de Agosto,
La Candelaria, La Soledad, Palermo, Chapinero, La Merced,
La Guaca sin tesoro, y nosotros con Jimena honorando a Dionisio.

Esa fue, es y será Tabogo, un croquis urbano, un proyecto fallido,
una insignificante placa de madera mostrando un recorrido: vasto periplo,
millones de cédulas deambulando a través de calles rotas,
líneas montañosas erosionadas, diafragma encendido.

La cité de la indiferencia en la mirada del niño,
de gente desplazada mendigando un suspiro,
de frutas expuestas al sol, ahogadas en plástico al vacío,
de bicicletas reclamando libertad los domingos.

En el otro hemisferio: (yo)
el frío, las noches largas,
las flores hechas doncellas
y los árboles envejecidos.

En el otro hemisferio: (tú)
sugiriendo instantes dóciles
para mentar pactos sencillos,
para ser nosotros, aún con tanto brillo.

Cerca al trópico, el tímido páramo coqueteando al cerro gélido
se perpetuaba en la piel como una estalactita de hierro,
en Tabogo la niebla se detenía y se pegaba a los vidrios,
la princesa se levantaba sigilosa en punta de pies y escribía con orgullo:
“cuando sea grande, de ti me olvidaré”.

No conocimos el tren de cercanías, el metro ni el vagón del último trolley.
Cualquier artefacto era suficiente para darnos a probar esa modernidad anhelada.
Tropecé por rieles corroídos, invoqué al fantasma de Alexander von Humboldt,
sonreí al bobo de la Jiménez e imaginé a Gaitán guarachar en su tumba.

Pérfida ciudad asesina de líderes, de mentes ilustres y de canallas dirigentes.

Pero nada ni nadie se enredó en la página amarillenta del libro de historia.
En ese entonces el sueño del progreso era sólo eso: un sueño,
y Tabogo, un centro comercial, un eslabón perdido, un escombro.
Carolina, como un millón de otras C, buscando un verso en medio del ruido.

Quería yo ver a lo lejos mi ciudad en ruinas,
los túneles de la 26 eran el despojo de varios mendigos,
entre picos y hachazos los gamines de papá Jaramillo sobrevivían.
Mi triciclo azulado se lo llevaba en hombros el hampón de la Isla del Sol,
ojalá hubiera sido la de Stevenson, para soportar que a mi perro lo convirtieran en salchicha.

Las viejas panaderías de la Séptima aún guardaban en el olfato
el calor del pan blandito y del tamal con chocolate.
En el Restrepo, la papaya, la patilla y la granadilla se mezclaban con
la crema fresca de las ensaladas de la antigua galería.
Los talleres de Paloquemao se camuflaban con el olor rancio de aceite y la sonrisa opaca de la modelo paisa de tetas albinas.
Y el Divino Niño del Veinte de Julio siempre intacto, vestidito de rosado,
gracias a la novena nos vendía el milagrito.

En vos confío, dije en mi Primera Comunión
y aun así a Garzón lo borraron.
Rogad por nosotros que recurrimos a vos
y día a día, año tras año, fueron asesinados.
Tabogo sin Minuto de Dios: sesenta segundos desperdiciados.

Abandonamos el luto para refugiarnos en festivales internacionales,
nunca tuvimos memoria, siempre fuimos unos burdos apostándole a la cultura.
El teatro y la algarabía cubrieron sus calles y la alejaron de las sombras,
el fantasma perenne y anónimo de nuestros muertos.

¡Baggg! ¡Baggg! ¡Splashhhh! ¡Boom, boom!

Las bombas, los disparos y el odio explotaron, quién me dice si Tabogo resistió
dejando pedazos de personas regadas en los escollos de nuestro olvido.

¡Oh reyes sin palacio!

pereced sin nombre.

El canal 1 anuncia el ataque del grupo insurgente y el enano Sr. Presidente dice:

pereced sin nombre.

N.N., funcionarios, N.N. padres, N.N. abogados, N.N. hombres y mujeres

pereced sin nombre.

Colombianos, las armas os han dado la independencia,
las leyes os darán la libertad”.

¡Ataquen!

¡Listos!

¡Fuego!

Crecí en medio del tufo de un río envenenado,
Tabogo se hizo noche con el canto de las sirenas de una vil epopeya,
Monserrate me arrulló con sus estrellitas fluorescentes
y La Candelaria onírica me enseñó a comerme la vida.
Una vez hice amigos de mentiras, cambié los Croydon por unos Converse,
llevé punteras y fumé mi primer porro en un ascensor marciano.
Los Priscos de La Santa flipaban hilarantes al ritmo de Primus
hasta que un día la muerte nos hizo zancadilla y se llevó a Crostie.

Pablo VI, Nicolás de Federmán, La Esmeralda y el Centro Nariño
eran territorios oscuros que colindaban con el clan enemigo.
Ningún forastero venía con la guía Lonely Planet
porque “ellos” los fulminaban o los hermanos “B” los acribillaban.

Nos educaron a patadas, en revancha nos permitieron drogarnos con televisión.
La música nos salvó, los libros que robamos del sótano del colegio
hicieron de madres sustitutas mientras las maestras cuidaban nuestra virginidad
y nosotros amándonos desmedidamente, como cualquier joven amamantado por Ovidio.

Saltamos por varios prados, esos donde la gente ES feliz en la Nacional.
Me dejé sorprender por el sol en la pausa del mediodía
mientras los chicos de Artes y Humanas pateaban el balón.
Allí La Copa “La Amistá” nos dio trofeos y sancochos de aguardiente.

En el otro hemisferio: (yo)
les tartes tantin y la champagne,
las rosas en la mesa
y las nalgas de Marie Antoinette ardiendo en la chimenea.

En el otro hemisferio: (tú)
sugiriéndome que vuelva
para mentar pactos sencillos,
para ser nosotros, aún con tanto brillo.

Quisimos a nuestro equipo financiado por narcos,
lo sostuvimos más en las malas que en las buenas.
El estadio coronó por única vez al equipo nacional
y vimos a Escobar cobrar el autogol de su vida.
Tabogo esdrújula, aguda y gravemente violenta
vibraba al ritmo de rock; de salsa; de la angustia mía.
Pero todo desaparecería… se lo llevaría el viento.
Un día fue la quinta y luego la 82, una zona rosa desteñida la reemplazó.

Bailaba sin excusa cada viernes
pues el baile nos conectaba con el otro…
Quiebracanto, El Antifaz, El Goce Pagano, El Parqueadero, Escobar Rosas
Conocieron el sudor de nuestros cuerpos “zanahorios”.

Así era yo, tú, él, nosotros, ustedes y ellos, conjugando el verbo
Infinit (iv) o SER sin temores o seres sin remedio.
Aun así partí de vos, Tabogo, cumpliendo la promesa de olvidarte.
Aun me pregunto si tengo palabra y si esta oda tiene pretensiones.

Ayer, un largo ayer en el que fuimos tú y yo en un sólo hemisferio,
una bala indeleble que atravesó el tejido vital del destino
y ellos, mis amigos de mentiras, se hicieron de carne y hueso
herederos del rastro que cubre el manto etéreo de la sutil memoria.

Tabogo, soy, eres, es, somos, sois, son…
Verbo conjugado en tiempo presente indicativo
de SER ES tá ti ca men te ateridos al momento.
Incurriendo, gerundio pretencioso sin pretérito.

Carolina Bustos
Verano de 2009
[entre Madrid, Lisboa y Clichy]

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Basquiat, joven negro

Si alguien me ha visto andar por ahí
no den señales de mi existencia.
Me he ido después de lamer la sombra del viento;
hay muertos vivientes que circundan mi paso.
Los alrededores de los alegres suenan a ronquidos, disonantes murmullos.
Ayer morí mientras leía la crónica del New York Times
y el ventilador cortaba el tiempo.
No me vieron nunca más, al menos real, un mero recuerdo.
Fui negro; paleta amorfa; violento reconocimiento.
Si preguntan por mí ¿adónde dirán que me he largado?
Eternas son las calles que de Brooklyn van a Manhattan.
Apagado, la luz extinta sobre el lienzo blanco, vertido en cenizas, esmog de taxi driver.
Perdido en la lluvia de un suave verano;
vagar baudelariano entre el blues y las sombras;
no soy; ya no vivo; hoy no pinto; mañana es lejano.
Oh, New York, monstruo irrepetible de dioses paganos;
de héroes de filmoteca; de arte profano vendido en vitrina
pagado en falsos dólares: papel moneda unicromático.
No fui la casualidad que salió del mono,
simio domesticado que sonrió en portada de revistas.
Se divirtió bien al prójimo.
Fui tan sólo eso: resto de óleo,
tinta de calamar de agua dulce,
rostro de África, poesía americana,
cadáver exquisito de días de abril.
Manso niño tibio, Rimbaud de suburbio.
Si alguien aún busca mis pasos
Anunciad que he muerto.
Que indague en las paredes del MoMA
En los papeles mojados del Soho
En las estaciones del mundo.
Oh New York…
A las olas del mar que hablaron…
Anunciad que me he ido:
Lugar sin espera.

París, otoño de 2010

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1

Uno se vuelve vacuo,
pendejo
recalcitrante
etéreo

uno se nombra con palabras que no conoce
se hace sombra, viento, espejo
busca en el otro un poco de su yo

uno se cree de tantas maneras
que también se cree varias mentiras
y uno camina, rueda por el mundo
imprimiendo el informe del tiempo que le tocó vivir

uno va solo o acompañado
depende de cómo o con quién se levante
despeinado, sin afeitar
tímido, quizás con risa

y uno se vuelve dos
confundido en la composición de un número par
uno se enreda; se tropieza; se quema

se pegan a la piel trozos de aquel dos
para llevarlo como si fuera un llavero
a ese lugar donde se abren todas las puertas

y ese dos
vacuo
pendejo
recalcitrante
etéreo

abandona de repente el terreno
la unidad se encuentra insulsa
sola, triste, melancólica.

Uno debería aceptar
que es tan sólo eso:
un número sin par.

París, primavera de 2010

Carolina Bustos Beltrán

CBustosNació en Bogotá en 1979. Estudió en la Universidad Nacional de Colombia. Es filóloga, tiene una maestría en Estudios Latinoaméricanos y es una apasionada del tarot. Se trasladó a París en el año 2003, residió un año en Oporto y dos más en Madrid. Ha participado en revistas de literatura a nivel internacional y ha sido seleccionada finalista en concursos de dramaturgia (1996), cuento (2009) y poesía (2010) en Colombia y España. Actualmente es profesora de lengua española en varias universidades de París.

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