El mediometraje explora la juventud — sus andares, desafíos y pérdidas.
[show_hide title=»Melina Wazhima«]Melina Wazhima es cineasta y catedrática de la carrera de cine de la Universidad de Cuenca.[/show_hide]
“Ernesto” y su autor comparten la juventud y, con ella, cuestionamientos propios de esa etapa de la vida: la independencia familiar y la búsqueda de los horizontes que dibujarán su vida adulta. Tal vez por esto, este mediometraje salido de las aulas de la carrera de cine de la Universidad de Cuenca (Ecuador), propone un aura de honestidad y cercanía, que da fe de la importancia, tantas veces señalada por autores de textos narrativos y cinematográficos, de hablar sobre lo que se conoce.
“Ernesto” es una historia sobre descubrir cuál es el siguiente paso, “Ernesto” es una historia sobre crecer. Historia contada infinitas veces pero que guarda la virtud de hacer suyo un entorno social y geográfico bien conocidos por el autor, el de una pequeña ciudad de la sierra andina, cuyo horizonte natural está marcado por montañas de mediana altitud que la rodean como invitando a vivir casa adentro, sin la tentación de buscar más allá; y una familia sobreprotectora —representada en la madre— a la que le cuesta aceptar el abandono del nido.
El resultado, lejos de un paisaje localista, se revierte en la empatía que el espectador puede sentir a través de un sencillo proceso de identificación con la experiencia de un joven que se vuelve adulto; proceso que la mitad de los espectadores ya hemos vivido, y la otra mitad, probablemente, esté sumergida en él. Es por tanto, un cortometraje sin miedo a asentarse en su propio universo —el geográfico, el sociológico y el generacional— obsequiándonos de esa manera, un relato con elementos y paisajes singulares, sospecho autobiográficos por momentos, pero en la que el autor consigue no sobreponer su propia historia a la del personaje.
El director Francisco Álvarez, de 22 años, altamente interesado en la investigación de las narraciones desdramatizadas, ensaya en “Ernesto” tonalidades y tesituras que sin duda piden maduración y ser juzgadas con mayor distancia, así como una valoración más mesurada de lo trascendental y lo que no lo es. Pero, con “Ernesto”, ya se permite entrever una voz que, junto con otras en formación, aporta miradas y discursos desde una ciudad que apenas ha tenido presencia cinematográfica.
