Una selección de poemas de la colombiana Lucía Estrada.
Poemas
NOS HAN DEJADO
NOS HAN DEJADO verdaderamente solos en medio del agua,
de su noche grave y espesa.
No en la superficie,
no en el fondo,
entre los pliegues.
Y allí soñamos las formas,
peces que se devoran entre sí,
sustancias y sales y fuego
en su primera altura.
Pero hay un arriba y un abajo, decimos,
y somos parte del secreto.
Lo que nos mantiene es no saberlo con certeza,
intuir que somos las columnas y el corazón único
de ambos reinos.
EL SILENCIO ME TOMA
EL SILENCIO ME TOMA del brazo
y como al niño ciego me conduce.
Algo en mí percibe su brillo de abeja misteriosa,
su enorme cuerpo invisible en el que palpitan
la sangre de antiguos dioses, los árboles de la infancia,
el mar de lo desconocido.
Queda su temblor en el aire.
Puedo tocarlo,
palpar sus formas, escuchar el sonido que produce
al entrar en el cuerpo vivo de una palabra,
la oscura vibración del silencio
cuando mi corazón
pulsa sus cuerdas.
SÓLO UN GESTO
SÓLO UN GESTO para saber que todo se corresponde,
que no estamos en orillas opuestas.
nombrarlo,
de creer en lo que no se conoce,
en lo que juzgamos niebla y abismo.
Que todo huye de la muerte y así va por el mundo.
Que la vida es lo que siempre queda al final de la página:
ese temor de sabernos, de insistir en el vacío que se deja
entre una línea y otra
para señalar lo imposible.
¿SABES CUÁNTO
¿SABES CUÁNTO ha resistido la piedra? ¿Cuánto el desierto?
¿Y la profundidad del agua? ¿Cuánto? ¿Y sabes tú
qué silencio rodó bajo los párpados, qué palabra cristalizó la lengua de los muertos?
¿Por cuánta oscuridad y quietud fueron rodeados?
sentido sus visiones? ¿Sabes, acaso,
qué se quedó por decir? ¿A quiénes acudieron,
bajo qué luz, a qué oído hirieron con sus voces?
El viento trae consigo la respuesta,
y en secreto la devolverá tibiamente a la nada.
CUANDO LA NOCHE SE INCLINA
CUANDO LA NOCHE SE INCLINA y parece que pronuncia tu nombre,
hundes tus manos en la oscuridad
y buscas a tientas el cuerpo inabarcable de tu memoria.
Ese pálpito en la punta de los dedos,
la densa respiración de todo cuanto existe, te obliga a permanecer en la sombra.
Ninguna imagen tiembla en el espejo. Ninguna superficie se apiada de ti.
Todo está vuelto sobre sí mismo
y nada consigue reflejarte. Una pausa, y el tiempo detenido
cae sobre tu silencio.
Cuántas palabras a punto de oscurecerse bajo tu lengua.
Cuánto deseo en los ojos que se abren por última vez.
Apártate un poco y comprende que nada podría ser el inicio ni el centro
en este cuarto cerrado. Que todo será dicho de golpe
en mitad de la sombra
y muy lentamente.
ESPERO EL MOMENTO
ESPERO EL MOMENTO de reunirme con mi sombra
que avanza del otro lado del muro.
Presintiendo su cercanía, todo lo que huyó de mí en las horas muertas,
se agolpa en mi corazón oscureciendo el paisaje.
Sin embargo, ¿qué sabe la luz del encuentro de unos ojos
con aquello que han buscado desde siempre?
¿Acaso no pertenece a la noche su pregunta por el ángel
que vuelve cada tiempo y nos restituye lo perdido?

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