Cada día es un nuevo día

El fotógrafo Gabriel Mieles retrata la jornada de pesca en un pequeño pueblo de la costa del Pacífico ecuatoriano.

El día empieza temprano en Las Piñas, cuando el sol apenas roza el horizonte. Las diligentes redes se aprestan a recoger los peces que habrán de llegar a los mercados. Los hombres cargan sus herramientas, su almuerzo, algunas bendiciones, y se embarcan mar adentro con la esperanza de volver salvos, y cargados de aquellos tesoros escamados que ofrecen las profundidades. Mientras se alejan bamboleando sus barcas entre las olas, sus familias quedan a la espera del retorno, tejiendo más redes, afilando cuchillos y lavando contenedores. Pero, ¿cómo es la jornada del pescador?, ¿cuál es el tiempo que regula la espera en alta mar?, ¿qué se vive en la inmensa soledad?. En la gran novela El viejo y el mar de Ernest Hemingway, una línea describe poéticamente la diaria jornada del pescador: «Cada día es un nuevo día. Es mejor tener suerte. Pero yo prefiero ser exacto. Luego, cuando venga la suerte, estaré dispuesto.» El mar se abre, seduce, se ofrece; calmo, misterioso, a veces furioso, entrega sus frutos con cautela, a veces con generosidad. Terminada la jornada, devuelve a los hombres a la playa, mientras ellos gratos, en el silencio del regreso, ofrecen oraciones y comparten la jornada.

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foto1.GabrielMielesGuzmánGabriel Mieles Guzmán (Guayaquil, Ecuador). Fotógrafo. Estudió en la escuela de comunicación Mónica Herrera en Guayaquil. Tomó cursos de iluminación con Federico Zampaglione en la Universidad de Buenos Aires. Ha publicado en varios medios de comunicación impresos y digitales. Actualmente trabaja como fotógrafo freelance. Para ver más de su trabajo, visite gabrielmielesguzman.tumblr.com
Datos de contacto:  gabrielmielesg@gmail.com

Cristina de Castro: Fuerzas que surgen

La pintora colombiana plantea una renovación de los valores abstractos.

[show_hide title=»Carlos Fernando Quintero V.»]Carlos Fernando Quintero V. es un historiador de arte y artista.[/show_hide]

Hace exactamente un siglo, en 1911, se concretaba uno de los proyectos artísticos más ambiciosos y significativos del siglo XX. Conocido como El Jinete Azul (Der BlaueReiter en Alemán), el proyecto reunía, entre otros artistas, a sus creadores (Wassily Kandinsky y Franz Marc) y a artistas radicados en Berlín como August Macke, Gabriele Münter, Alexei von Jawlensky y Marianne von Kefferin y Paul Klee. Fue el inicio de lo que hoy llamamos Arte Abstracto, que ha tenido una evolución interesante y vertiginosa a lo largo de este siglo.

Cien años después, Cristina De Castro parece retomar la senda fructífera de los artistas europeos, renovando sus premisas creadoras y conceptuales. La coherente continuación con su serie de pinturas inmediatamente anterior (“Volcanes”), “Fuerzas que surgen” plantea una renovación de los valores abstractos. Aquí, el color toma un papel relevante. Más que tener una significación especial, De Castro traduce sus emociones en valores cromáticos, en donde los colores primarios saltan a la vista. Además, las obras muestran trazos fuertes y decididos que realzan los valores cromáticos y fortalecen la voluntad expresiva de la artista.

Consecuente con el renacer después de la catástrofe, “Fuerzas que surgen” nos plantea un renacer que en primer momento es artístico y pictórico, pero que además se puede relacionar con la situación geopolítica actual, haciendo eco de los aires de cambio que afectan Medio Oriente, Europa y América. Sin ser necesariamente política, las pinturas de De Castro aluden a las emociones y sensaciones del momento actual, de una manera positiva y esperanzadora; no nos muestran el momento violento y catastrófico. Sus obras se ubican en un momento después de lo que se puede considerar catástrofe. Nos muestran fuerzas vitales que confluyen en la recomposición del universo, desde el encuentro con lo natural. Se establecen así como elementos reconstitutivos y hasta medicinales.

De Castro nos ofrece así una serie sólida y contundente de pinturas que con títulos sugestivos como “Evolución”, “Soplan nuevos vientos”, “Contrastes y contrapuntos” o “Cálida Tarde”, nos plantea espacios de reflexión, paz y esperanza en medio de los conflictos constantes y continuos de nuestra cotidianidad o del mundo actual. Esperanza, paz y reflexión que son a la vez necesarias y premonitorias, como un deseo positivo para el futuro inmediato y próspero.

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OLYMPUS DIGITAL CAMERACristina de Castro ha realizado exposiciones tanto individuales como colectivas. Ha expuesto en Colombia, España, México y Estados Unidos. Su obra hace parte de colecciones privadas en países como Francia, Alemania y España. Reside actualmente en Bogotá.

Picnic de Palabras

La gestora de esta iniciativa de lectura compartida habla con Entremares Magazine sobre el poder transformador de la lectura.

por Lina Peralta Casas

Picnic de Palabras es una iniciativa de lectura compartida que nació en Bogotá, Colombia en junio del 2012. Actualmente tiene lugar en Colombia, México y Argentina, en un total de 5 ciudades: Bogotá, Medellín y San Agustín en Colombia, Monterrey en México y Buenos Aires en Argentina.

Un grupo de voluntarios se reúnen en un parque de la ciudad e invitan al público general a participar de una experiencia de lectura en comunidad. El enfoque es en literatura infantil y la idea principal es promover la lectura en niños, jóvenes y adultos, creando un espacio para compartir en familia esta experiencia transformadora. Picnic de Palabras se reúne dos veces al mes y se organiza bajo un toldo, junto a dos cobijas y alrededor de 200 libros.

Marcela Escovar, iniciadora y gestora de esta iniciativa, habla con Entremares Magazine sobre el poder transformador de la lectura y el futuro de Picnic de Palabras.

Entremares Magazine: ¿Cómo comenzó Picnic de Palabras?

Marcela Escovar: Junto con un grupo de amigos, con quienes compartimos nuestro amor por los libros, nos preguntamos por qué los índices reportados de lectura en Colombia son tan bajos y qué se podría hacer para compartir nuestro amor por la literatura en nuestro país. Nos preguntamos entonces cómo aprendimos a leer y recordamos que antes de las novelas y los cuentos, estaban esos libros llenos de colores, personajes y paisajes, que en pocas páginas nos hacían querer que la historia nunca se acabara. Así, pensamos que la clave para tener una población lectora es comenzar por los niños, fomentando hábitos de lectura desde pequeños.

Lo primero que hicimos fue llevar 25 libros, el primer domingo de junio de 2012, al parque de Alcalá y los exhibimos en cobijas. Así empezó la odisea de un sueño que con el tiempo se fue volviendo realidad. Quisimos darle la oportunidad a los libros de tomar sol, sacudirse el polvo y ser hojeados por muchos niños y leídos por muchos adultos que alguna vez fueron niños. Picnic de Palabras surgió como un espacio para compartir la voz, los intereses por los libros, y para decirles que sí a los niños que tenían la curiosidad de escoger libros para leer. De esta forma, Picnic de Palabras es una experiencia única en donde el niño elige y en donde el adulto le dice que sí.

Una cosa importante de mencionar es que los libros infantiles son muy costosos y esto reduce el acceso que las personas pueden tener a ellos. Además, a esto se suma el hecho de que muchas personas perciben las bibliotecas como lugares aburridos o encerrados, a los que no les interesa mucho ir. En Picnic hemos tenido la ventaja de tener una patrocinadora que nos ha ayudado con la adquisición de los libros y así lo que hemos podido hacer es poner los libros al acceso de la gente, de forma gratuita y en un espacio abierto que a las familias les gusta frecuentar.

EM: ¿Cómo concibe Picnic de Palabras el acto y el proceso de la lectura?

ME: Picnic de Palabras es una experiencia de lectura, de sensibilización, de conversaciones y de actos afectivos que nacen y se van fortaleciendo con el paso del tiempo. El corazón son sus libros, que escogemos y seleccionamos a partir de un criterio de lectores que es muy sencillo: seleccionamos aquellos libros que después de leerlos nos han revelado algo sobre nosotros mismos, nos han hecho cuestionarnos, nos han sorprendido o hecho reír, pero sobre todo han logrado transformarnos. Esto nos garantiza que esa experiencia estética y transformadora sucederá de una manera u otra en otro lector.

En Picnic de Palabras buscamos sensibilizar a las familias sobre los beneficios de la lectura: su valor afectivo como el punto de partida para establecer el amor hacia los libros, porque los niños asociarán la lectura con la voz de sus padres a lo largo de su vida. Este tipo de acciones son las que hacen la diferencia, pues si a los niños se les lee desde más temprana edad, mayores serán las posibilidades de que ellos continúen leyendo en el futuro. Así pensamos en reunirnos en un parque, en un lugar no convencional, que es divertido y al que las familias van como parte de su rutina de los domingos.

Nosotros creemos que para tener niños lectores es necesario dar ejemplo. Por eso esta iniciativa busca reconectar a los adultos con lo divertido que resulta leer, y sobre todo con lo maravilloso que es leer en familia. Nosotros queremos crear espacios de encuentro con las familias para mostrarles que es posible leer y que es muy fácil hacerlo. Esto lo hacemos poniendo al alcance de los niños una colección de libros infantiles, tratando de incluir tantos libros como podemos, con diferentes temas, autores y estilos de escritura. También queremos acercar a los adultos a que tengan un reencuentro con su infancia a través de estos libros.

De esta manera, y desde la experiencia, les probamos a las familias que los niños efectivamente tienen toda la disposición para la lectura y que les gusta que les lean pues entre más les leen más libros piden. Si los niños tienen libros a su alrededor, vienen a ellos naturalmente, buscando explorarlos, pues los ven como juguetes. Son los adultos los que pueden mostrarles a los niños que los libros son más que juguetes y esto se hace a través de la experiencia de la lectura, compartiendo su voz y sus experiencias.

EM: ¿Cómo se llevan a cabo estas reuniones, dónde se realizan, quiénes participan?

ME: Somos en promedio cinco organizadores que, antes de cada Picnic, anunciamos el evento por redes sociales para que la gente que nos sigue se programe. En cada Picnic hablamos con las familias, les contamos de qué se trata la iniciativa y les tomamos sus datos de contacto para avisarles sobre el próximo encuentro. Al parque de Bogotá asisten en promedio unas 30 personas.

La propuesta ha consistido en llevar un mantel de picnic, cobijas para sentarse, y una colección de libros. Después de organizar todo, invitamos a las familias a que se acerquen y lean. Hemos observado que mientras los adultos lo piensan dos veces, cuando hablamos directamente con los niños, ellos son los primeros en decir que sí y vienen corriendo sin pensarlo. A Picnic de Palabras asisten personas que casualmente están en el parque ese día y también jóvenes que llegan por otros amigos o por redes sociales. La experiencia ha hecho que muchos regresen.

Todas las personas que han asistido han dicho que quieren recibir información y que les gusta la propuesta. Muchas han regresado y domingo a domingo nos hemos vuelto parte de la comunidad y del parque. Actualmente, tenemos más de 700 amigos en el perfil de Facebook, más de 800 personas han dado «like» a la página de fans y en nuestra base de datos figuran más de 1000 personas que han asistido desde que comenzamos.

En Picnic nos reunimos durante dos horas y entre libros e ilustraciones, hemos ido construyendo una comunidad de familias, jóvenes, niños y amigos lectores. La regularidad de las personas que asisten varía según sus ocupaciones pero alrededor del 50% de la gente que ha asistido ha regresado al menos una vez.

Picnic de Palabras es una experiencia para todos, para los que saben leer y los que no. Y lo único que se necesita para que sea posible es un libro, el deseo de leerlo y tener con quien hacerlo. Hasta el momento, procuramos rotar la colección para que en cada Picnic de Palabras las familias encuentren sus libros favoritos y al menos un libro nuevo.

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EM: ¿Cuál es el principal impacto que han observado que Picnic de Palabras tiene en las familias que participan?

ME: Lo que hemos querido es acercar la lectura a la gente, pensarla de una forma diferente, es decir, sacarla de las bibliotecas, del espacio cerrado, del silencio y ponerla al alcance de todos, al aire libre, en medio del ruido y la diversión. Así les hemos mostrado a las familias que leer es algo que se puede hacer en cualquier lugar y en cualquier momento.

A través de la lectura compartida hemos visto que es posible crear nuevas formas de relaciones afectivas. No solamente los niños se interesan más en la lectura al ver el ejemplo de sus padres, sino que además las relaciones entre ellos se enriquecen al compartir un especio, un tiempo de estar cerca compartiendo una acción. Picnic de Palabras les da la oportunidad a los padres de crear encuentros afectivos afortunados. Además hemos visto que al decirle que sí a los niños, les damos la oportunidad de empoderarse frente al mundo con un deseo. En general, hemos visto que el acercamiento a la lectura está mediado por el afecto.

También hemos visto que al cambiar el espacio y la forma de leer, las personas se acercan más a una práctica que transforma sus vidas. Hemos sacado los libros de las bibliotecas y los espacios cerrados y los hemos llevado a los parques, a un espacio abierto y público. También les hemos mostrado a los participantes que la lectura no tiene que ser una acción solitaria que se realiza en silencio, sino que puede ser compartida en voz alta, en un lugar con otros sonidos y dinámicas.

Además de esto, dos de las cosas que mas nos han sorprendido son, por una parte, la creación de una comunidad lectora a través de la confianza que poco a poco se va generando entre desconocidos y, por otra, la forma en que los niños crean su voz propia y empiezan a tener el poder de pedir los libros que les gustan.

EM: ¿Cuáles son las proyecciones a futuro de Picnic de Palabras?

ME: Picnic es un proyecto abierto que ha ido evolucionando solo. Según el impacto que ha ido teniendo, este espacio ha ido abriendo su propio camino, encontrando nuevas ciudades y participantes. Lo más importante hasta ahora ha sido el voz a voz y queremos que así siga siendo por ahora. Como es fácil de organizar y sencillo de replicar esperamos que siga creciendo y que vaya adquiriendo más importancia en las ciudades en las que está presente.

Una familia de tatuadores

Santiago Díaz y Erika Vorbeck reflexionan sobre el tatuaje, esa escritura indeleble y rebelde que los une y aliena.

por Betty Aguirre-Maier
Entremares Magazine

Santiago Díaz y Erika Vorbeck practican un arte milenario: el tatuaje. Desde sus estudios en la capital ecuatoriana y en el pueblo turístico de Cumbaya, esta pareja está marcando su huella dentro del arte y la cultura del tatuaje. En una de las arterias más importantes de la ciudad de Quito, se encuentra Diablo Loco Tattoos, un pequeño y acogedor estudio donde Díaz, el dueño y fundador de este establecimiento, trabajó durante más de 14 años. Hoy, su esposa, Erika Vorbeck (diseñadora y tatuadora de firma propia), está al frente de este estudio de tatuaje que ya ha pasado a formar parte de la historia urbana de la capital ecuatoriana. Y en un estudio a unos 30 minutos de la capital, Díaz trabaja minuciosamente — el detalle de las formas, las sombras, el color — en un oficio tan antiguo como la civilización, tan arraigado como la cultura pero todavía muchas veces alienado e incomprendido.

El tatuaje, escritura indeleble

[easy-media med=»3831″ align=»left»]El tatuaje es quizás una de las formas de escritura más antiguas del mundo. Su historia se remonta a la era neolítica con el descubrimiento de Iceman, una momia encontrada en un glacial y, para sorpresa de muchos, con más de 50 tatuajes distribuidos por varias partes de su cuerpo. El motivo de ellos parece haber sido terapéutico. Y es que el tatuaje, ya sea simple o elaborado, ha tenido varias funciones en diferentes épocas: ha servido de amuleto, símbolo de estatus, grupo étnico, creencia religiosa, declaración de amor, adorno e inclusive como forma de castigo o alienación. Infame, erótico, monstruoso o bello, el tatuaje eleva o castiga el cuerpo. Todas estas circunstancias han permitido que el tatuaje evolucione e involucione: en ciertas épocas llegó a ser exclusivo de la realeza (en Egipto, Grecia y Japón) y en otras ha servido de código o clave de pandillas (como las temidas maras centroamericanas).

Inscripción de pertenencia

[easy-media med=»3833″ align=»right»]El tatuaje no es exclusivo de ninguna región o cultura. América lo practicaba hace miles de años, como lo hacían Asia y África. Hoy en algunas culturas como los Mentawai de la isla indonesa de Siberut aún lo practica a manera de ritual. Sus tatuajes que se asemejan a telarañas representan su cosmología y su hábitat. Estos tatuajes no son meramente dibujos a capricho; cada trazo e incisión es una escritura destinada a apropiarse de un cuerpo e inscribirlo en un grupo, en una cultura. Es un ritual de pertenencia.

Una familia de tatuadores

Al frente de Diablo Loco Tattoos, Vorbeck no pasa desapercibida. De melena fucsia, piercings y gafas de montura blanca, Vorbeck porta en varias partes de su cuerpo tatuajes que son una mezcla de arte pop y animé en colores brillantes y de un surrealismo casi lúdico. De sonrisa amplia y mirada directa, Vorbeck recibe a los clientes y los orienta en términos del diseño de tatuaje que desean y en base a eso concreta las citas con el tatuador cuyo estilo y habilidad se adecue a los deseos del cliente. Con ella trabajan tres jóvenes artistas: Juan Rodríguez, Byron Cevallos y Alejo Aldaz. Para ellos Vorbeck, o “La Doñita”, como la llaman cariñosamente, es la jefa y la amiga, la consejera y la madrina. Al verlos interactuar se puede apreciar que son una familia, que disfrutan del trabajo y que se respetan.

En el otro estudio, en Cumbaya, Díaz platica y orienta a sus clientes quienes han llegado a este pequeño pueblo en el valle de Tumbaco en una especie de peregrinaje para servir como una suerte de lienzo para el arte de este ya legendario artista del tatuaje. Díaz ha recorrido el mundo para aprender sobre el arte de tatuar y su popularidad es evidente. Sin embargo, evita hablar de su reconocimiento y elige por centrarse en conversar sobre el tatuaje como arte, su historia y el lazo personal e íntimo de cada obra con su portador. Díaz lleva más de media vida tatuando y asegura que es un aprendizaje diario, un oficio que como cualquier otro debe ser regido por la honestidad y la humildad.

En una conversación con Entremares Magazine, Díaz y Vorbeck hablan sobre la tinta y la sangre que los une, su familia y la historia que hilan con el tatuaje.

Magia: La fantasía de lo posible

Mago Zero conversa con Entremares Magazine sobre la magia: el arte, la fascinación y su poder de cambio social.

[alert type=»yellow»]Visite la web de MagoZero: http://www.magozero.com/[/alert]

por Lina Peralta Casas

En la ciudad de Bogotá, Mago Zero ha creado un espacio innovador para la magia: cartomagia (magia con cartas), magia de salón (que es para audiencias mayores a 15 personas con efectos más visuales), magia de cerca (que es para grupos más pequeños que se presenta muy cerca al público), meses mágicos, eventos privados y empresariales, pero sobre todo magia para todos. La magia es un espacio abierto, en el que la expectativa, la sorpresa, la ilusión y el encanto crean la posibilidad de experimentar la realidad de una forma inesperada. Sin límite de edad, sin demarcaciones geográficas y sin otro lenguaje que el de la fascinación y la risa, la magia, como lo demuestra Mago Zero, es un arte que puede tener grandes repercusiones sociales. En esta entrevista con Entremares Magazine, Mago Zero nos cuenta sobre su experiencia con la magia.

Entremares Magazine: ¿Qué es la magia para ti? ¿Cómo llegaste a la magia?

Mago Zero: La magia para mí es un lenguaje internacional que permite conocer y disfrutar de lo imposible, juntando ilusión, alegría e integración. Conocí la magia a mis 5 años cuando me llevaron a ver un show de Gustavo Lorgia, un gran amigo y mago colombiano.

EM: ¿Qué impacto crees que tiene la magia? ¿Puedes decirnos algo por ejemplo sobre el impacto social que puede tener la magia en un país como Colombia?

Mago Zero: La magia es un lenguaje que no discrimina religión, raza, edad, sexo o condición social. Un multimillonario o una persona que vive en condiciones difíciles pueden disfrutar de la magia de igual manera, pero es importante reconocer que la magia tiene un valor agregado y es que puede ayudar a integrar a personas que normalmente no comparten ningún espacio o actividad. La magia puede crear un espacio de integración para personas de diferentes condiciones sociales y económicas, en las que compartir una experiencia de diversión y entretenimiento puede ayudar a romper prejuicios o el distanciamiento que existe entre personas de una población tan desigual como la nuestra. Los espectáculos de magia crean espacios en los que diferentes personas pueden compartir e integrarse frente a una ilusión común.

Por otra parte, al disfrutar un show de magia las personas pueden olvidar sus preocupaciones y realmente involucrarse en una experiencia que les permite tomar distancia de situaciones de injusticia o dificultad. Por ejemplo, en los espectáculos de magioterapia se hace magia para niños enfermos en donde la idea es distanciarlos de la enfermedad y hacerlos reír, ayudándolos en su proceso de recuperación. Al mostrar que lo imposible puede ser posible, la magia puede ayudar a generar esperanza y a creer en que cosas que pensamos imposibles pueden ocurrir.

EM: En relación con la pregunta anterior, ¿qué lugar tiene la magia en Colombia?

Mago Zero: La magia en Colombia tiene un lugar muy importante. Recientemente se vienen realizando muchos eventos culturales donde la gente asiste a ver estos espectáculos. Hoy en día la magia es reconocida y bien cotizada en nuestro país. Muchos magos se han encargado de hacer eventos trayendo figuras mundiales donde tanto magos como público general hemos tenido la oportunidad de disfrutar de espectáculos que no tienen nada que envidiar a otros países.

El interés por la magia en Colombia ha ido creciendo con el tiempo. Hace once años, cuando yo comencé, la magia no era tan llamativa ni tenía un lugar tan importante. Algunas películas, como Harry Potter o las películas sobre ilusionistas, han ayudado a esto, así como también el esfuerzo que han hecho los magos colombianos, como Gustavo Lorgia, que ha traído magos invitados de renombre internacional. La magia ha adquirido un lugar más importante y la gente conoce más sobre este arte. Por otra parte, los eventos corporativos la han puesto de moda y han hecho que haya más respeto por los magos.

EM: Háblanos sobre los “meses mágicos” ¿en qué consisten? ¿hay una parte de ellos dedicada exclusivamente al compromiso social?

Mago Zero: Los meses mágicos fue una idea que se nos ocurrió con el Mago Tian (Sebastián Casas) en el año 2010, la cual consiste en proveer un espacio para que los magos en potencia puedan poner a prueba sus talentos y asimismo el público cercano a ellos pueda ir a verlos y apoyarlos. Hoy en día ya tenemos página web (www.mesesmagicos.com).

Para nosotros ha sido un proyecto satisfactorio ya que hemos podido realizar eventos en diferentes teatros y afortunadamente tanto los artistas como el público han respondido al 100%. Una de las cosas que más me gusta de estos eventos es que siempre existe una parte social donde la gente y las fundaciones ayudan donando boletas a los niños con escasos recursos para que puedan ir y participar de este evento.

Nosotros hacemos un show, alquilamos el sitio, contratamos a los artistas, hacemos el montaje, etc., y reservamos el 20% de las boletas para donaciones. Lo que hacemos es buscar personas o instituciones que donan dinero para comprar esas boletas y se las entregamos a Conectando Sonrisas. Ellos son una fundación que se encarga de llevar entretenimiento a niños en situaciones difíciles y se encargan de encontrar la fundación o la organización que puede beneficiarse de estos eventos. Por lo general se trata de institutos de niños huérfanos, niños que han sido víctimas de violencia o agresiones o niños con enfermedades. Nosotros trabajamos directamente con Conectando Sonrisas y ellos organizan la participación de los niños.

Foto cortesía de Mago Zero
Foto cortesía de Mago Zero

EM: ¿Qué esfuerzos adicionales crees que se pueden hacer a nivel de sociedad, de ciudad, de nación para usar la magia en un contexto de violencia, injusticia y desplazamiento?

Mago Zero: Se deben hacer todos los esfuerzos posibles para involucrar a la sociedad con la magia. La gente a través de la magia sueña y se puede usar para mandar mensajes de paz, alegría, amor y a su vez integrar a todas las personas.

Por ejemplo, se pueden integrar los eventos mágicos a diferentes organizaciones. Sería bueno que hubiera una organización que se encargara de hacer esto de manera más global, obteniendo recursos para sostener estos proyectos a nivel nacional, de modo que la sociedad también pueda apoyar a los artistas e impulsar estos proyectos.

EM: ¿Cuáles crees que son las diferencias más importantes entre la magia para adultos y la magia para niños? ¿Qué es lo que más te sorprende en la forma en que responden y reaccionan estos dos tipos de público?

Mago Zero: La magia para niños generalmente es una magia cómica, colorida y de participación activa. Sin embargo, cuando los adultos ven un show de magia dirigido para niños parecen de 5 años nuevamente, disfrutan, se ríen y se integran en el show después de los primeros 3 minutos.

La magia para adultos es también muy participativa pero generalmente se deben cambiar los elementos del show, entran las cartas, la manipulación de diferentes elementos, como el fuego, y se hace magia involucrando diferentes temas de interés social. Los adultos igualmente sueñan y disfrutan como niños, de eso se trata la magia…ser niños nuevamente, creer por un momento que lo imposible es posible.

EM: ¿Qué mago ha tenido una gran influencia en tu carrera?

Mago Zero: La verdad existen varios, pero los más significativos han sido: Juan Tamariz, que para mí es el mejor cartomago del mundo; Lance Burton, gran mago americano que actuaba en el Hotel Montecarlo en Las Vegas; David Copperfield, otro mago americano que no necesita presentación y que actualmente se presenta en el MGM en Las Vegas; y finalmente Richard Sarmiento, mi maestro, de quien he aprendido muchas cosas para perfeccionar mi magia.

Foto cortesía de Mago Zero

EM: ¿Cuál show te ha marcado más como mago y por qué?

Mago Zero: Todos los shows son diferentes, en todos aprendo algo nuevo, unos son mejores que otros. Sin embargo, si me tocara elegir podría decir que el de Intermagic 2012 donde participé y quedé finalista. Este show requirió de una preparación extrema ya que era un concurso en uno de los congresos de magia más importantes en Latinoamérica y en el que debí compartir 10 minutos de magia frente a los mejores exponentes de la magia mundial.

EM: ¿Qué es lo más importante que la magia tiene para darnos o enseñarnos?

Mago Zero: Ilusión, alegría, amor, paz, el compartir, pero principalmente nos enseña a soñar y ver de alguna forma que lo que parece imposible puede ser posible.

Richard Wagner reimaginado

Si el compositor alemán viviera hoy en Bogotá andaría con zapatos Converse y, con mochila en hombro, entregado a su rebeldía.

por Robert Max Steenkist

En el año 2013 se celebra el aniversario número 200 de una de las figuras más polémicas de la música clásica. En todas las ciudades del mundo (incluyendo Bogotá) se montan óperas de su autoría, se dictan charlas sobre la relevancia de su obra, se organizan jornadas de protesta porque un compositor que se declaró antisemita (ojo, NO nazi) no debería gozar de ninguna acogida… pero poco se habla sobre su talante revoltoso. Además de haber sido un compositor odiado y celebrado con efervescencia, Richard Wagner fue autor de textos que incitaban a la apertura sexual y de clases, protagonizó protestas en contra del poder de turno, y tuvo que convertirse en fugitivo por profesar ideas que simpatizarían mucho con las protestas de estudiantes, mineros, cafeteros y agricultores de Colombia. Como pocas figuras incluso después de su muerte, Wagner sigue levantando ampolla, pues nadie logra fijarlo en una sola casilla. Doscientos años después, nos preguntamos, ¿cómo sería hoy en una ciudad como Bogotá ese Richard Wagner, con todo su genio y su rebeldía? A continuación una aproximación —desde la perspectiva de un caricaturista y un escritor— a la respuesta.

Anarquía con mayúscula

Richard Wagner no siempre fue un músico exitoso. Alemania era, en su época, un terreno difícil para que músicos innovadores encontraran acogida. Como cualquier genio incomprendido de nuestra época creyó que en la metrópoli, en la gran ciudad del momento sí iba a encontrar alguien que apreciara su talento. Pero París (la Nueva York de esos días, digamos) lo recibió con la pobreza. Cientos de músicos se rebuscaban el pan si no hacían parte de una rosca diminuta y menos penetrable que la de su patria natal. Para su fortuna (y la de sus futuros seguidores) París también albergaba a intelectuales, activistas y artistas que se reunían a expresar su descontento frente a la sociedad pacata y desigual. Uno de estos grupos lo acogió y le ofreció interlocutores para que robusteciera los ánimos revoltosos que ya lo caracterizaban. Entre los integrantes de estos grupos estaba Mikhail Bakunin, un príncipe ruso que había renunciado a su fortuna y a sus privilegios para ser coherente con los principios que profesaba (y ganar credibilidad frente a sus simpatizantes); la sociedad que había sido construida hasta ese momento (pleno siglo XIX) había sido constituida sólo para el beneficio de unos pocos y a expensas de muchos explotados. Para él, la única salida para ese mal era destruir las bases de los poderes reinantes (deseaba ver a París ardiendo hasta el piso) y purificar el mundo para que la sociedad volviera a empezar. Esas son las ideas que sustentan la famosa «A» que Wagner saldría a repartir si viviera hoy en día.

Trotamundos tipo Converse

Richard Wagner fue un trotamundos. Vivió en ciudades como Leipzig, Dresden, Würtzburg, Königsberg, Riga (en ese entonces parte del Imperio Ruso), Londres, París, Zürich, Venecia, Beibrich, München, Triebchen y Bayreuth. Si estuviera hoy con nosotros seguramente ese Wagner movedizo, casi siempre huyéndole a acreedores, pero también corriendo de un lado a otro buscando fuentes de inspiración (dentro de las que se contaban mujeres de todas las edades), hubiera optado por zapatos marca Converse que le aguantarán el trote. Y seguramente se los hubiera comprado rojos.

Ilustración de Víctor Beltrán
Ilustración de Víctor Beltrán

El buscapleitos sublime

Desde joven Richard Wagner fue un buscapleitos. Durante sus años escolares le llamaban «El Cosaco», no sólo por su afán por estar aislado del resto de sus iguales, sino también por reaccionar de forma violenta en su contra cuando le reclamaban algo o se burlaban de su amargura. Aún siendo una figura pública, cuyas opiniones y acciones repercutían para bien y para mal en un grueso de la población, no dudaba en expresar sus odios de manera fervorosa.

Quizás lo más difícil de entender es cómo un tipo tan «alzado» (y hasta mala clase) pudiera también componer piezas musicales tan sublimes, capaces de resistir el filtro de los siglos y conmover los sentimientos más nobles de audiencias del mundo entero.

El pagano confeso

Si Richard Wagner viviera hoy en Bogotá andaría de mochila. Andaría diciendo que los tejidos ancestrales nos acercan a la madre tierra y a sus poderes. Porque, a pesar de que lo podamos asociar hoy en día a músicas solemnes y de catedral, debemos entender que él era un pagano confeso. Creía, a sumo, en una divinidad total, a la que podíamos alcanzar a través de los sentidos. Entregado a su rebeldía, y seguramente admirador de nuestras culturas indígenas, Wagner abrazaría la mochila, buscaría identificarse con los movimientos que fluyen en contra de las tendencias principales y defendería el pensamiento cosmológico.

Robert MaxRobert Max Steenkist (Bogotá, 1982) estudió literatura en la Universidad de los Andes de Bogotá y completó una maestría en estudios editoriales en la Universidad de Leiden. Trabajó en el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (CERLALC/UNESCO) y fue profesor de la Universidad de los Andes. Actualmente divide su tiempo entre el Colegio José Max León, la agencia de fotografía FotoMUST, la agencia de viajes de turismo sostenible BogaTravel y la fundación Bogotham Arte y Cooperación. También trabaja para la Ópera de Colombia y el Museo de Arte Moderno de Bogotá. Ha publicado los libros Caja de piedras (cuentos, 2001) y Las excusas de desterrado (poesía, 2006). Su trabajo ha sido publicado en Alemania, Colombia, España, Grecia, Holanda, México, Puerto Rico, República Dominicana y Venezuela. Vive en Bogotá con su esposa Carolina y su perro Patán.

‘Between’

In this autobiographical short, filmmaker Fernando Lara challenges the notion of belonging and gives a glimpse into a life lived between two cultures.

«Between« is a short documentary based on filmmaker Fernando «Nano» Lara’s struggle to identify the culture to which he belongs. The film focuses on the major parts of Lara’s life, from his childhood in Ecuador to his adolescent and adult life in the United States. «Between» challenges the perception of belonging to just one culture and what it is like to live between two different worlds.

Pic NanoBorn in Urcuqui, Ecuador, Fernando “Nano” Lara is an independent filmmaker based in Salt Lake City, Utah. He is currently pursuing a bachelor’s degree in film and media arts as well as bachelor’s degree in mass communications in new media at the University of Utah. Lara is the official director/editor for Feel Good Music Coalition, a hip-hop organization in Salt Lake City, and the founder of the independent film production company Fill It In Productions, LLC. His achievements include: official selection for the 2012 Radio From Hell Film Festival, second place at the «What’s Your Muse» video contest at the University of Utah, featured in the showcase PROVOCATIONS in October 2012, nominated for filmmaker of the year by RAW Artists Salt Lake City.

Mota de polvo

“Motas a la deriva atrapadas entre mi espacio, condenadas a vivir dentro de mi casa, huellas de mi dejadez, monumentos a mi gran desidia”.

por Hernán A. Burbano

El denso aire mil veces respirado de la casa se reemplaza lentamente con el sucio aire de la calle; la polución externa se intercambia con la desazón interna, dándole al lugar un falso aire de frescura. Las ventanas ligeramente inclinadas ayudan a que el espacio se libere del olor a cuarto cerrado, pero a su vez permiten la intromisión de partículas de polvo callejero: pequeños fragmentos de mugre que el viento ha recolectado en su viaje sin sentido. El desorden se extiende por todos los intersticios de la casa: la ropa está siempre sin doblar, las cosas descansan como trampas de caza por el piso y los platos sin lavar se vuelven rascacielos de grasa y porcelana. Agotadas por el viaje y arrastradas por la gravedad, las partículas de polvo descienden hacia el piso formando una nevada gris y microscópica, como la lluvia de ceniza después de la explosión de un volcán. El polvo no tiene pudor, cae por todas partes casi de forma homogénea; todo lo tapiza de gris, lo vuelve cenizo, lo apaga lentamente y trata de sepultarlo vivo. La acumulación se nota sobre todo en las superficies, donde con el dedo índice se pueden arar palabras inconexas de auxilio. Solo la acumulación de polvo puede medir la dimensión de mi desidia.

El viento también se cuela por la entrada, a través del pequeño espacio entre la puerta y el piso, arrastrando la suciedad acumulada en el tapete con figuras de Miró que está al final de la escalera, justo delante de la puerta. El aire viaja a ras de piso y sacude el polvo que en dunas se regocija en su inmovilidad, lo perturba, lo desplaza. El polvo se arremolina, gira en circunferencias que concentran partículas que cada vez se hacen más grandes, que recogen más partículas, que en un abrir y cerrar de ojos se convierten en motas: agregaciones mayores, grises, suaves como nubes, y también como ellas, condenadas a los caprichos del viento. El polvo empieza a sepultarme y yo, inmóvil, me dejo tapar instalado en los sillones de mi desidia.

Las motas se mueven a lo largo y ancho del piso arrastradas por el viento, que se cuela por las ventanas ligeramente inclinadas y por debajo de la puerta. Las bailarinas de polvo danzan sobre la superficie del piso un vals de desinterés, la banda sonora del abandono. Les gusta acumularse en las esquinas, en las patas de mesas y sillas, y sobre todo dormir un sueño plácido debajo de las repisas y bajo el colchón de mi cama. Desde la penumbra las veo moverse, crecer, acumularse. Acostado las veo doblegarse al viento, oscilar ante la fuerza del sinsentido, tomarse mi espacio como quien no quiere: poco a poco, sin miramientos, y sin tan solo una pizca de misericordia. Motas a la deriva atrapadas entre mi espacio, condenadas a vivir dentro de mi casa, huellas de mi dejadez, monumentos a mi gran desidia.

Me cuesta levantarme, dejar la suavidad del colchón y enfrentarme al desierto gris que se extiende por el piso de la casa. Me parece difícil sacar la fuerza necesaria para rebelarme a la nube de partículas que me envuelve, para masacrar a la jauría de motas de polvo con la succión eléctrica de la aspiradora, para dejar de consumirme en mi abandono.

Consciente del agobio desencadenado por el polvo y de la pesadez de mi desinterés, limpio de forma frenética todos los rincones de la casa: las patas de mesas y sillas, el tapete con figuras de Miró que está delante de la puerta, los campos de polvo que se esconden bajo mi litera. Me sacudo de la mugre de la calle, me siento de nuevo con fuerzas para buscarme la vida, para librarme de una vez por todas del temporal de polvo, para silenciar la danza convulsa de las motas por el piso de mi cabeza. Sin embargo, el viento se sigue colando de forma irremediable por debajo de la puerta y a través de las ventanas ligeramente inclinadas. Inmóvil sobre mi cama me dejo empapar por la lluvia de ceniza, permito que el polvo se pegue de nuevo a mi piel como escarcha, tiro la toalla y me sumerjo boca abajo en el colchón de mi inconmensurable desidia.

Hernán BurbanoHernán A. Burbano (Pasto, 1978). Genetista y escritor. Estudió medicina veterinaria y realizó una maestría en genética en la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá. Realizó su trabajo de investigación doctoral en el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig, Alemania, y obtuvo un doctorado en genética evolutiva en la Universidad de Leipzig. Ha sido autor principal y coautor de artículos científicos publicados en revistas como Science, eLife, Nature y Cell. Sus ensayos sobre filosofía de la ciencia han sido publicados en Ludus Vitalis e Historia Ciencias Saude – Manquinhos. Su primer libro, El confort de la cotidianidad, fue publicado por El Peregrino Ediciones dentro de la colección “Inmigrantes” en 2012. En la actualidad trabaja como investigador en el Instituto Max Planck de Biología del Desarrollo en Tübingen, Alemania, y prepara un nuevo proyecto literario.

Winter’s Tale

Efímero y mordaz, bello y violento, el invierno es musa de artistas — desde fotógrafos hasta compositores — y cíclico recordatorio de nuestra mortalidad.

por Betty Aguirre-Maier
Entremares Magazine

[alert type=»yellow»]Nota del editor: Una versión de este texto fue publicada en BG Magazine[/alert]

Mi primera aproximación al invierno fue una esfera de cristal que mi madre colocaba cada navidad en mi mesita de noche. En aquellos días, en la pequeña ciudad andina de Latacunga en donde crecí, además de las luces y las vitrinas atestadas de juguetes, eso era lo más mágico de aquella época. La esfera contenía un paisaje diminuto del Polo Norte. Solamente debía sacudirla para ver los copos de nieve arremolinarse, creando una pequeña tormenta que duraba segundos. Me mantenía maravillada e inmóvil por largos minutos inventando mis propias historias, absorta en un mundo desconocido y silenciosamente deseado.

Aquel deseo se cumpliría años más tarde al mudarme a los desiertos de Utah, en el noroeste de Estados Unidos. Sin embargo, la inocencia de la niñez había sido transformada por la realidad. Ahora era yo quien estaba dentro de la esfera, a merced del frío paisaje y los cristales de nieve clavándose en mi piel como aguijones.

Año tras año, tormenta tras tormenta he sentido el azote del viento helado atravesándome los huesos y mordiéndome la piel, pero también me he dejado seducir por la belleza exuberante del invierno en lugares impresionantes como Deer Valley con sus macizas colinas por donde serpentean expertos esquiadores llegados de todo el mundo, atraídos por the best powder in the world. O Dead Horse Point y su dramática vista desde los rojizos acantilados escarpados hacia el apacible río Colorado; y un poco más al sur, el espectacular Mesa Verde, un tejido de sierras y valles en donde los anasazi construyeron maravillosas aldeas, escondidas bajo los acantilados.

El invierno tiene el poder de ejercer esa dualidad sobre nosotros: tememos su llegada pero también la anhelamos. Su grandeza no siempre está a la vista, ni tampoco lo trágico y violento que acarrea. Su belleza ha sido interpretada de varias formas a través del arte. La fotografía, por ejemplo, nos permite captar momentos irrepetibles, como lo hizo Wilson Bentley. Hace casi 150 años en la región noreste de Nueva Inglaterra, este snowflake savant dedicó su vida entera a observar los cristales de hielo bajo el microscopio para luego fotografiarlos. Para Bentley, los copos de nieve eran “milagros”, y cada uno de ellos una obra maestra irrepetible. Bentley vivió, invierno tras invierno y cristal tras cristal, la belleza de lo efímero. Fotografió más de 5,000 cristales durante su vida, permitiendo por primera vez al mundo contemplar y descifrar la exquisita anatomía de un copo de nieve. Solía decir: “cuando un cristal se derrite, lo perdemos para siempre”.

La efímera vida de los copos de nieve es también lo efímero de cada invierno. Jamás existirá uno igual a otro. Su llegada siempre nos sorprenderá, aun cuando sabemos que está a las puertas del otoño. Mientras van pasando los días, el frío paralizante, el silencio que dejan los pájaros que emigran y la nieve, lo inundan todo. La naturaleza se repliega y nosotros con ella, y una nueva energía nos impulsa a continuar. Esa interiorización no pasa desapercibida. Nuestros sentidos distinguen las múltiples posibilidades de adaptación, desde lo práctico hasta lo estético. Nos percatamos de los detalles y descubrimos que el invierno no es un universo tan blanco o tan silencioso.

La luz del día despliega sobre la nieve una gama de colores que rompen la monotonía del blanco absoluto: rosas pálidos, lavandas, blancos cremosos y grises perlados. Colores que el ojo experto puede captar a través de la contemplación, como lo hicieran Monet y J. M. W. Turner. Otros artistas más contemporáneos como Eric Aho profundizan y recuperan una naturaleza agitada y violentada. A colores suaves y grisáceos, Aho añade ocres y negros, o rojos fuego que azotan el lienzo en brutales trazos, ilustrando así el misterio y el peligro de una naturaleza arrasada por las furias heladas. La música también ha captado los acordes del invierno. Así lo hicieron compositores como Tchaikovsky o Sibelius, quienes llegaron a interpretar la sonoridad del suave viento que serpentea los grandes bosques, o las estridentes y fuertes tempestades que crean ecos y avalanchas. Fragmentos de sonidos y silencios congregados matemática y cosmogónicamente para entregarnos fabulosas y míticas sinfonías como Lemminkäinen Suite o Winter Dreams, Sinfonía 1.

Más allá de la sublime y misteriosa belleza, el invierno también nos impone actos de supervivencia. La naturaleza muerta, los caminos congelados y las nevadas que nos dejan inmovilizados y sin electricidad nos obliga a volver a nuestros instintos más primitivos. En el invierno del 2009, una tormenta de varias horas dejó a Salt Lake City, la capital de Utah, sumergida en nieve. Nuestro vecindario estuvo sin electricidad durante casi tres días; el intenso frío llegó a calar nuestros huesos. Buscábamos sitios donde pudiéramos tener algo caliente, incluyendo el calor humano, literalmente. Las cafeterías hicieron su agosto en febrero. No daban abasto, vendían café, té, chocolate y toda suerte de bebidas calientes, como si fuera lo último de lo que la humanidad pudiera alimentarse. En esos reducidos espacios, las horas pasaban al calor de las bebidas y de las conversaciones con extraños o vecinos, a quienes normalmente nunca veíamos o hablábamos. Sólo nos faltaba el fuego para decir que habíamos vuelto a los albores de la humanidad.

En los días posteriores a esa gran tormenta me llegó un cuento de Jack London, “Cómo hacer una fogata”. Una historia de supervivencia en las heladas tundras del Yukón, en Canadá. El invierno es tan despiadado en los países del norte que la vida de un hombre llega a depender de la habilidad de encender el fuego y un algo de imaginación. Los largos días sin sol, con apenas un poco de comida para sobrevivir y esa sensación creciente de que el frío te va mordiendo el cuerpo hasta tragárselo por completo, me llevó a pensar en lo vulnerables que somos los seres humanos ante los embates de la naturaleza.

Mientras leía a London y la extrema situación del personaje, pensaba que aun con los avances del mundo moderno, nuestra vulnerabilidad es constante: tormentas que paralizan la vida cotidiana, caminos congelados que crean accidentes en cadena, roturas y contusiones por caídas y resbalones en el temido black ice, el frío que azota nuestros cuerpos cuando dejamos nuestras casas convertidas en refugios, pocas horas de luz que infligen a nuestro ánimo una cierta melancolía, a la que hoy llamamos depresión.

A todas estas circunstancias, aprendemos a enfrentarlas con fortaleza, habilidad, sentido común y un algo de suerte, pero sobre todo, con un claro instinto de supervivencia, como lo es el de desarrollar una visión que nos permita apreciar su belleza. De otra forma, no seríamos capaces de superar el frío extremo y sus consecuencias, ni los largos y grises meses sin sol.

Mi visión del invierno no ha cambiado mucho de aquella que tenía cuando contemplaba la esfera. Continúo sorprendiéndome con la primera nevada, con la gracia de los esquiadores que se deslizan por las colinas rompiendo el viento y desafiando obstáculos, o con la alegría de los niños que juegan en sus trineos. Y aun más, me sorprendo y guardo gratitud por las grandes nevadas, ya que ellas serán el agua de los ríos y las fuentes en el árido y ardiente verano que se aproxima.

El invierno como cada ciclo de la naturaleza encierra vida y muerte, belleza y tragedia — todas tan efímeras como los copos de nieve, o los colores que el sol reflejado en la nieve despliega sobre las planicies y las cimas de las montañas—. Tan efímero como la risa de los niños que durará lo que dura un acorde de vientos al abrazar los bosques. El frío no nos dejará huellas en la piel, pero sí en la memoria. Más allá de todo y cada año, al perecer el otoño nos aprestaremos a abrazar, con temor y deseo, alegría y angustia, al gélido invierno que llega con su sutil belleza para recordarnos que esta vez es a new beautiful winter’s tale.

Desafiando el molde

María Eugenia Donoso, modelo de talla grande y fundadora de la primera agencia de modelos plus en Ecuador, se pregunta: ¿somos todos víctimas de la rigidez de la estética corporal?

por María Eugenia Donoso

Me encuentro en la sala de espera del médico, es un chequeo de rutina para ver cómo sigue mi salud. Cuatro años de anorexia dejan sus rezagos y, a veces, siguen pasando factura con el tiempo. Mientras ojeo un par de revistas miro a mi alrededor: todos los que nos encontramos en la sala somos totalmente diferentes pero al mismo tiempo muy parecidos. Si bien es cierto que las apariencias sólo distraen, hoy le presto un poco más de atención a esos detalles para poder escribir un par de líneas distraídas por las percepciones. Como modelo de talla grande, siempre me he preguntado si la moda y la estética corporal, junto con sus exigencias, son aplicables para todos, o si más bien las exigencias en ambos aspectos son decisiones estrictamente personales, a veces guiadas por nuestros gustos, otras por el entorno. ¿Será que no todos somos víctimas de las exigencias estéticas impuestas? ¿Cómo saber? Tal vez podemos remitirnos a la historia buscando respuestas que calmen la ansiedad.

La breve historia comienza así. La moda nació en la corte de Luis XIV, lugar en donde se inventa el concepto de “made in France” gracias al ministro Jean-Baptiste Colbert, quien vislumbra las posibilidades económicas de la industria textil francesa. (Es justamente en ese momento cuando se empieza a establecer una diferencia entre vestir a la española y a la moda francesa). En el siglo XIX, con el trabajo del diseñador Charles Frederick Worth, comienza el sistema de desfiles, temporadas y diseñadores que conocemos en la actualidad. Dentro de este sistema, era imperativo contar con quien tuviese una figura y un rostro agradable a la vista para lucir las distintas prendas. Fue así como surgió la primera modelo de la historia: Emilie Louis Flöge en1931. Es a partir de las primeras fotos, realizadas por Gustav Klimt (pintor, fotógrafo y pareja de Flögue), que se crea el primer “catálogo de moda”.

Pero, ¿cómo se determinó cuál sería el físico y estilo corporal adecuado para lucir una prenda? ¿Quién decidió determinar qué figura femenina lucía mejor la ropa de moda? La respuesta es casi evidente: fueron los diseñadores quienes optaron por una figura delgada, ya que ésta no presentaba mayor dificultad en el momento de crear una prenda; vestir un cuerpo curvilíneo representaría un reto mucho mayor que no estaban dispuestos a enfrentar.

Y es precisamente así, como ya desde 1906, los cuerpos de las mujeres comienzan a ser utilizados como exhibidores, siempre y cuando los mismos cumpliesen con los lineamientos estéticos determinados. A pesar de ser éste un precedente que siguió rigiendo al mundo de la moda por más de un siglo, hoy por hoy existe ya la posibilidad de mirar cuerpos más apegados a la realidad — gracias a las top models quienes le dijeron basta a las exigencias estéticas de la pasarela y el mundo de la moda. Así también, en Ecuador decidí crear la primera agencia de modelos talla grande con el fin de mostrar un prototipo de belleza más real. La posibilidad de contar con exponentes más apegados a lo que luce el cuerpo de la mayoría de las mujeres nos ayuda a dejar de lado aspiraciones absurdas y prevenir desórdenes alimenticios.

Decido no narrar el resto de la evolución (o involución) en el mundo de la moda, ya que resultaría extremadamente larga. Lo que cabe recalcar es que con el paso del tiempo, los estándares físicos se volvieron cada vez más exigentes. Ejemplo de ello es la aparición como ícono de belleza de la top model Kate Moss, quien por su contextura fue considerada una vez una anti-modelo para luego fijar la delgadez extrema en las pasarelas de alta costura como principal referente de belleza.
Lo mencionado es solamente un precedente; siempre he pensado que comprender es absolver. Mientras observo a la gente en la sala de espera y sus distintas figuras, pienso que en realidad si las mujeres comprendemos que nuestros cuerpos fueron juzgados desde un principio como meros instrumentos para mostrar prendas de vestir y, que esto no condiciona bajo ningún concepto nuestra validez como seres humanos, probablemente podríamos relajarnos y optar porque la rigidez estética corporal sí sea una decisión estrictamente personal.

De repente, me llaman por mi apellido. Es momento de seguir enfrentando al mundo tal y como es.

maria eugenia donosoMaría Eugenia Donoso Müller, ecuatoriana, 29 años. Modelo talla grande. Creadora de la primera agencia de modelos talla grande de Ecuador y Latinoamérica. Productora de Moda y Estilismo editorial. Escritora por vocación y pasión. Creyente asidua del libre albedrío como único poder universal.