Una familia de tatuadores

Santiago Díaz y Erika Vorbeck reflexionan sobre el tatuaje, esa escritura indeleble y rebelde que los une y aliena.

por Betty Aguirre-Maier
Entremares Magazine

Santiago Díaz y Erika Vorbeck practican un arte milenario: el tatuaje. Desde sus estudios en la capital ecuatoriana y en el pueblo turístico de Cumbaya, esta pareja está marcando su huella dentro del arte y la cultura del tatuaje. En una de las arterias más importantes de la ciudad de Quito, se encuentra Diablo Loco Tattoos, un pequeño y acogedor estudio donde Díaz, el dueño y fundador de este establecimiento, trabajó durante más de 14 años. Hoy, su esposa, Erika Vorbeck (diseñadora y tatuadora de firma propia), está al frente de este estudio de tatuaje que ya ha pasado a formar parte de la historia urbana de la capital ecuatoriana. Y en un estudio a unos 30 minutos de la capital, Díaz trabaja minuciosamente — el detalle de las formas, las sombras, el color — en un oficio tan antiguo como la civilización, tan arraigado como la cultura pero todavía muchas veces alienado e incomprendido.

El tatuaje, escritura indeleble

[easy-media med=»3831″ align=»left»]El tatuaje es quizás una de las formas de escritura más antiguas del mundo. Su historia se remonta a la era neolítica con el descubrimiento de Iceman, una momia encontrada en un glacial y, para sorpresa de muchos, con más de 50 tatuajes distribuidos por varias partes de su cuerpo. El motivo de ellos parece haber sido terapéutico. Y es que el tatuaje, ya sea simple o elaborado, ha tenido varias funciones en diferentes épocas: ha servido de amuleto, símbolo de estatus, grupo étnico, creencia religiosa, declaración de amor, adorno e inclusive como forma de castigo o alienación. Infame, erótico, monstruoso o bello, el tatuaje eleva o castiga el cuerpo. Todas estas circunstancias han permitido que el tatuaje evolucione e involucione: en ciertas épocas llegó a ser exclusivo de la realeza (en Egipto, Grecia y Japón) y en otras ha servido de código o clave de pandillas (como las temidas maras centroamericanas).

Inscripción de pertenencia

[easy-media med=»3833″ align=»right»]El tatuaje no es exclusivo de ninguna región o cultura. América lo practicaba hace miles de años, como lo hacían Asia y África. Hoy en algunas culturas como los Mentawai de la isla indonesa de Siberut aún lo practica a manera de ritual. Sus tatuajes que se asemejan a telarañas representan su cosmología y su hábitat. Estos tatuajes no son meramente dibujos a capricho; cada trazo e incisión es una escritura destinada a apropiarse de un cuerpo e inscribirlo en un grupo, en una cultura. Es un ritual de pertenencia.

Una familia de tatuadores

Al frente de Diablo Loco Tattoos, Vorbeck no pasa desapercibida. De melena fucsia, piercings y gafas de montura blanca, Vorbeck porta en varias partes de su cuerpo tatuajes que son una mezcla de arte pop y animé en colores brillantes y de un surrealismo casi lúdico. De sonrisa amplia y mirada directa, Vorbeck recibe a los clientes y los orienta en términos del diseño de tatuaje que desean y en base a eso concreta las citas con el tatuador cuyo estilo y habilidad se adecue a los deseos del cliente. Con ella trabajan tres jóvenes artistas: Juan Rodríguez, Byron Cevallos y Alejo Aldaz. Para ellos Vorbeck, o “La Doñita”, como la llaman cariñosamente, es la jefa y la amiga, la consejera y la madrina. Al verlos interactuar se puede apreciar que son una familia, que disfrutan del trabajo y que se respetan.

En el otro estudio, en Cumbaya, Díaz platica y orienta a sus clientes quienes han llegado a este pequeño pueblo en el valle de Tumbaco en una especie de peregrinaje para servir como una suerte de lienzo para el arte de este ya legendario artista del tatuaje. Díaz ha recorrido el mundo para aprender sobre el arte de tatuar y su popularidad es evidente. Sin embargo, evita hablar de su reconocimiento y elige por centrarse en conversar sobre el tatuaje como arte, su historia y el lazo personal e íntimo de cada obra con su portador. Díaz lleva más de media vida tatuando y asegura que es un aprendizaje diario, un oficio que como cualquier otro debe ser regido por la honestidad y la humildad.

En una conversación con Entremares Magazine, Díaz y Vorbeck hablan sobre la tinta y la sangre que los une, su familia y la historia que hilan con el tatuaje.