Selección de poemas de Marcelo Morales
Poemas
Tres líneas blancas en mi pulóver rojo.
Tres líneas blancas en mi pulóver rojo. Todo esto para nada,
en el baño del bar pongo la mano en la pared para mear.
Mi muerte: Tres líneas blancas en mi pulóver, ahora ya tengo treinta,
el país está detenido, pero el tiempo no.
La vida a esta edad, parece corta.
Tomo cerveza con “poetas”, uno me llama colega.
Nadie más preocupado por lo que se dice de la poesía que un mediocre.
Me he creado este vacío, ellos piensan que yo pienso.
La periodista dolida juega a capuletos y montescos,
sin amor.
No hablan de lo que digo sino lo que de eso entienden.
Pobres cristos, como si lo que yo pensara tuviese importancia,
como si la literatura la tuviese.
He visto las camillas en los pasillos, las luces tenues,
las caras de los que van a morir.
Aluminio descascarado, restos de pizza, tu mirada sobre el mundo.
La poesía no puede ser oficio, el arte es arte, no artificio, les digo,
no es un proceso cultural, es un proceso del espíritu,
es mi espíritu en contacto con el mundo, mis manos tocando la pared,
la percepción.
Tres rayas blancas en mi pulóver rojo. El agua temblorosa del garaje.
Mi vida, y todo lo que la rodea se reúne en el presente.
Los poetas ya se fueron.
Pinga, ya tengo treinta, pienso, una y otra vez, miro el salero.
Estaba en el Paseo del Prado
Estaba en el Paseo del Prado, un festival de poesía,
más seco que un ladrillo en el verano, recordaba ese poema de Bukowsky.
Antes, me había levantado, había visto el mar chocando contra el muro.
Mis amigos, se habían ido todos de la isla, en la punta los leones,
y llegaron esos tipos de nuevo a hablar de poesía,
mis amigos se habían ido todos de la isla, mis amores.
Manda pinga, me dije,
yo tenía una tristeza más grande que una mosca.
Aunque creo haber visto un gato blanco moverse entre los charcos.
La piedra del muro gris estaba fría, estaba negra y mohosa y estaba fría.
Afuera los demás hablaban de la forma, el contenido.
Gato blanco, gato blanco.
Aunque creo haber visto un gato blanco moverse entre los charcos.
A Mariela Stuart
Ahora me gusta saber que voy a morir, que tengo poco tiempo, mis manos,
me gusta tener conciencia de que van a podrirse, cada minuto vale el doble,
existe la vida de la periferia y la del centro. Lo poético es estéril.
El lenguaje es mi doble. Vocación de estar tan solo, vocación.
El objetivo no es producir una obra perfecta. El objetivo no existe.
Dolor de espalda, recorrido por la casa, me llaman y me dicen que ha muerto Watanabe, hablé con él en Lima meses antes de morir, me dejó su mantis religiosa, y el recuerdo de una voz amiga en el teléfono, el encuentro pospuesto. La garúa.
Me pregunté siempre cómo se podía ser tan amable, algunos seres llegan a esa luz, evolución, después de todo, me digo, quizás, la poesía sirva para algo.
Casualidad:
En la televisión un programa sobre la mantis.
No me aturden tanto las cosas sino sus relaciones,
la lógica de mi vida es la de su relación con el mundo. (P)
Alguien me habló de un poema de Miguel Ángel.
Había perdido a su amor, se asomaba a la ventana pensando que oiría las trompetas del juicio final, abrí la ventana seguro de que vería, el hongo atómico. El cataclismo global. Mi vecina regaba las plantas, como todas las horas, de las mañanas, todas. (P)
Recuerdo tus pies descalzos en el parque
Recuerdo tus pies descalzos en el parque, íbamos a comer pizza con tu hermano. Recuerdo saber, estar enamorado, era algún segundo de 1999. Aquella noche, junto a los libros, hicimos el amor, por primera vez, hicimos el amor, como en los cuentos, recuerdo la luna, la luz blanca. Si pudiera volver, lo haría de igual modo, incluso, lo malo del amor, era igual a la luz.
A Migdalia y Roberto Branly.
Mi tía lee los poemas de mi tío cuando cae la tarde.
En un mundo que se apaga en un mundo que se aleja.
Me pregunta si recuerdo las cosas que me decía Guillén.
Los cuentos de Lezama.
Nunca le hice caso a esa herencia.
Mi tía lee los libros de mi tío cuando cae la tarde.
En un mundo que se apaga,
soy testigo de ese amor.
En la tierra,
es la única que lo extraña
que en verdad lo recuerda.
Uno da el amor de la gente que lo ama por sentado,
uno da el amor como derecho, en un mundo que se apaga,
en un mundo que se aleja.
Me habla de los poetas muertos
de Padilla, Baragaño, de Nogueras.
Mi tía lee los poemas de mi tío cuando cae la tarde
En un mundo que se apaga
en un mundo que se aleja.
soy testigo
de ese amor.
