María de los Ángeles Martínez [poemario]

(a) Sí

Con una pierna en Cuenca
la otra en Santiago
hoy la cabeza se apoya en La Habana
y la mano crispada mañana en Madrid
mapa físico a gotas de sudor humedecido
todo espasmos y volteretas
amor loco de niños perversos
masturbatorio a puertas cerradas
ambos dentro
tú dentro
fuera
se decapitan por torpes
las monjas
los políticos
algunos artistuchos y magos
las universidades
nadie beberá de su sangre
bebe la mía
cromática de rojos
todos encendidos
ven
vamos
me vengo
vente
terminas / acabo
piernas enroscadas
serpientes mansas
después de la comida
se ve que goteamos
sobre el Caribe
y los picos andinos más altos
los glaciales blancos
sobre la flácida península
queremos más luego
ahora no
ahora no vamos a limpiar nada
dormitamos ya encontrados
completos
llena / vacío
calmada y destruida
la recontraputa
distancia

DEPREDÚO

inconsciente
causas un apagón
una helada
una idea de baldosa
y arrastre con el cuerpo muerto
estoy que caigo
y tu mano aparece
demasiado amputada
para sostenerme
no sé si es dolor
sabe a rabia
igual
el grito que exige
como si pudiese exigirte
se ahoga
la noche tiene una pureza que asusta
noventa y nueve por ciento sombras
temperatura interna menos once grados
que queman
nitrógenos
tan secos
entumecidos
mis labios
inferiores
todo es un sólido silencio
puedo sentir el corazón
me suena apenas
desesperante
como un papel que se rasga
a pedacitos

María de los Ángeles Martínez Donoso

es profesora de literatura y editora cultural de BG Magazine. Su obra está contenida en las siguientes publicaciones: Mi Santa, Trasnoche, Trozos de Vidrio, Subcielo, Triformidad, entre otras. Ha realizado varios proyectos de poesía multimedial con el artista chileno Arturo Cariceo cuyo último trabajo en preparación, la e-antología Petit Morte, fue presentado en la Feria del Libro de La Habana. También ha participado en colectivos como Aunque bailemos con la Más Fea. Su obra ha sido incluida en varias antologías como Apartar lo blanco de la luz, antología bilingüe español-francés de poesía ecuatoriana, De Cesar a Cesar, y Poesía Erótica de Mujeres.

El camino de “Regreso a Viridiana”

Juan Zavala, coguionista del documental ganador del Goya, recuenta el recorrido para la realización del filme.

por Juan Zavala

NOTA DEL EDITOR: Este texto fue publicado originalmente por canaltcm.com.

¿De dónde surgió “Regreso a Viridiana”? Lo cierto es que no hubo idea como tal ni un proyecto claramente preconcebido, sólo una suma de casualidades impulsadas por algo de intuición y, eso sí, por muchísima ilusión.

En TCM queríamos hacer un reportaje en torno a “Viridiana” para celebrar el 50 aniversario de la Palma de Oro, la única del cine español. En el libro De Bienvenido a Míster Marshall a Viridiana, de Alicia Salvador, encontramos la referencia a una estudiante francesa que había asistido al rodaje como “observadora”, o “becaria” si utilizáramos jerga actual. Una chica francesa, un Madrid tristón de principios de los sesenta, un encuentro con el genio, una perspectiva joven y fresca de una película mítica… Nuestra imaginación se disparó porque, al menos sobre el papel, el caso parecía reunir todos los elementos de una buena historia. Sólo había que superar un pequeño obstáculo: no teníamos ni idea de dónde encontrar a aquella mujer.

Durante los siguientes días Google nos fue enseñando que Monique Roumette −ese era su nombre− había sido profesora de universidad, que había traducido libros de español a francés, que era especialista en cine latinoamericano… Cada pequeño hallazgo era esperanzador y comprobamos en una foto etiquetada en facebook que era una mujer atractiva, de belleza sencilla y que, al menos hacía cinco años, transmitía una envidiable salud. Unos minutos más de navegación nos llevaron hasta una dirección de correo electrónico que aparentaba ser suyo y, como quien manda un mensaje en una botella, le enviamos unas líneas en las que expresábamos con cautela nuestras dudas sobre si era ella a quien en realidad buscábamos y en las que hablábamos vagamente de nuestro proyecto. Tres o cuatro días más tarde recibimos una respuesta en español: “Ustedes surgen de un pasado muy lejano. ¡Qué tiempos tan difíciles para España y para Francia por la guerra de Argelia! Estaría encantada de colaborar con ustedes en lo que fuese!”

El coguionista de «Regreso a Viridiana» Juan Zavala y el director Pedro González Bermúdez.

Monique Roumette vive en París, en la zona de Montparnasse. Una casa baja, antigua, en una calle de apartamentos, llena de libros y de vivencias. Era principios de enero y yo le había dicho que tenía una reunión en París y que si podríamos aprovechar para conocernos. Como excusa no era muy brillante, pero no se me ocurrió otra mejor. Nada más llegar le telefoneé desde el aeropuerto para concretar nuestra cita. “Si le parece puede venir a mi casa a tomar café”, me propuso. “O, si está muy ocupado, yo cojo mi bicicleta y me acerco hasta su hotel”. La idea de una mujer de más de setenta años sorteando en bici el tráfico parisino no me pareció sensata y, vale, también influyó el hecho de que soy un poco cotilla, pero un cotilla con justificación profesional: viéndola en su casa obtendría más información.

El relato de Monique durante aquel café me fue fascinando por su contenido, pero sobre todo por la naturalidad con la que lo contaba y por el asombro que le producía que alguien se interesara por una vida que ni mucho menos ella consideraba extraordinaria. Había rescatado algunas fotos y, a mitad de la charla, me mostró un cuadernillo mecanografiado. Era el trabajo de fin de prácticas en el que, con mucha frescura –tenía entonces 21 años- hablaba del rodaje de “Viridiana” y de sus impresiones sobre Buñuel, cuya obra ya conocía y admiraba. Un pequeño tesoro que había guardado durante 50 años celosamente, tanto que ni siquiera su marido, Sylvain, que nos acompañaba, sabía de su existencia.

“Regreso a Viridiana” se basa en los recuerdos que Monique compartió aquella tarde, y en la frescura juvenil del trabajo que escribió. Le propusimos que volviera a Madrid para filmar sus vivencias. Aceptó y compartimos con ella unos días inolvidables. Pedro lo planificó todo con su mimo habitual, y Mariajo y Javi, al frente de todo el equipo de 25 Fotogramas, montaron una cuidada producción como sólo ellos saben hacerlo, es decir, en un pispás. Raúl, en la cámara, Skaf de apoyo en la realización, Chus de productor… Durante las sesiones de trabajo todos nos fuimos enamorando de ella, de sus recuerdos y de su amabilidad. Pero ¿qué pensaría Monique del resultado? Sólo respiramos aliviados cuando, semanas más tarde, y después de haber visto el primer borrador, nos escribió mostrándonos su satisfacción. ¡Ah! Pero había otro detalle preocupante: la crítica de Sylvain, el marido, que −creo que no lo había comentado hasta ahora− resultó que tenía a sus espaldas una larguísima carrera como director de documentales. ¿Le habría molestado haber tenido en casa una buena historia durante 50 años y no haberla sabido aprovechar? No, ni mucho menos. Todavía guardo el maravilloso SMS que me envió.

Monique volvió a Madrid. La misma noche en que se emitía en TCM, la noche exacta del aniversario de la Palma de Oro, estrenamos “Regreso a Viridiana” en la sala Berlanga y proyectamos a continuación la versión restaurada de “Viridiana”. El cine se llenó con un público en el que se mezclaban todas las edades y que hizo realidad el tópico que se atribuye a los genios cuando se dice de ellos que transcienden su propia época. Hubo alma en el ambiente, si es que se puede hablar de alma tratándose de don Luis. Para entonces, creo que ya éramos amigos, así que allí, en público, me atreví a preguntarle: “Monique, ¿qué pensaste cuando me presenté en tu casa? ¿Por qué aceptaste meterte en este lío?” Y ella contestó: “Buñuel ha sido tan importante en mi vida que era una forma de devolverle todo lo que ha hecho por mí”.

“Regreso a Viridiana” ha sido una sucesión de pequeñas casualidades, tantas que se han convertido en un pequeño milagro que −una sorpresa más− ha culminado en este premio Goya. Un milagro sólo al alcance de alguien como Luis Buñuel. Alguien que se definía a sí mismo como “un ateo gracias a Dios”.

 Juan Zavala, el director de comunicación de Turner España, es el coguionista del documental “Regreso a Viridiana”.

Cuesta abajo [cuento]

por Betty Aguirre-Maier

Lo poco que le quedaba de ilusión se esfumó en cuanto tuvo que sentarse en el sofá naranja cubierto de plástico. Un olor húmedo y rancio flotaba en el aire. Las paredes agrietadas de un blanco sucio dejaban ver el viejo cuerpo de la casa. Paredes de adobe y paja, cubiertas por un tejado arrugado y legañoso. El suelo que alguna vez fuera de tierra, ahora era de una madera lacada que había perdido su brillo mucho tiempo atrás. Vio colgada en el centro de la pared la fotografía de los abuelos pintada a mano sobre metal con colores opacados por el tiempo. Los rostros de la pareja le devolvieron a la realidad, se levantó y se miró en un espejo. Tenía los mismos rasgos que ellos, que todos los demás, ojos pequeños, pómulos salientes, nariz afilada y piel cobriza. Bajo la fotografía vio algo familiar, era una réplica del Empire State Building que él se los había enviado cuando apenas llegó a Nueva York. Estaba envuelto en plástico para protegerlo del polvo y el tiempo, le explicó su madre. El gran edificio que lo había deslumbrado mucho tiempo atrás, ahora se veía tan insignificante, pequeñito y barato. Seguir leyendo Cuesta abajo [cuento]

The humanity of physics

In light of the recent firm claim of the discovery of the Higgs particle, physicist Paul D. Núñez reflects on the “flesh-and-bones” theories that have led us to the understanding of the universe that surrounds us.

by Paul D. Núñez

Many of us try to develop an almost detached description of reality in order to have an objective understanding of nature. However, after stepping back and looking closely at our constructs we can see that they reflect as much nature itself as our own human approach to understanding. This can be particularly true in physics, a beautiful attempt to understand our surroundings. Many descriptions of seemingly unrelated phenomena are made with the same mathematical constructs, with the same language; and language can exist independently from natural phenomena. In fact, many fields of mathematics were developed long before they were used in our attempt to describe nature, and similar descriptions are used for describing different phenomena. For example, the equation that describes the behavior of light waves in a vacuum, shares common features with the (quantum-mechanical) equations that describe the probability of a particle to exist in a certain position in space, or with the equation that describes the flow of material undergoing diffusion (across a membrane, for example). The existence of these similarities can either reflect nature itself or the fact that the concepts were formulated with the same type of creative thought by creatures made of flesh and bone. However, it is difficult to demonstrate one or the other.

These similarities are not always coincidental. They often arise because they are born from a single unifying concept … the beauty of physics lies herein. Finding this unifying idea or starting point is one of the biggest challenges of physics, since none of its predictions may conflict with what we observe in nature. Accordingly, predictions sometimes arise as the need for something to be true so that our axiomatic unifying idea can be used to describe natural phenomena.

This is how some new elementary particles have been predicted and discovered time and time again, or, equivalently, how theories that may be aesthetically pleasing but that do not reproduce reality have been disproved. A concrete example is the recent firm claim of the discovery of the Higgs particle, a crucial, and until recently missing, part of the standard model of elementary particles. To grasp the importance of such an achievement it is useful to go over a bit of history and related ideas.

The theory of electrodynamics, one of the great triumphs of physics, was formulated in the mid-1800s by several renowned scientists, of whom James Clerk Maxwell is undoubtedly the most notorious. Before this time, electricity and magnetism were fairly understood as separate phenomena. The great discovery was not only that the two phenomena are intimately related, but also that the propagation of light is an electromagnetic phenomenon: The motion of electric charges creates disturbances or waves that propagate through space at a speed that can be accurately extracted from Maxwell’s equations. Maxwell’s equations have inspired many physicists for more than a century, and on a more practical point of view, we would be in a very different world had these equations not been formulated: a world with no radio, TV, computers or Internet.

A crucial feature of Maxwell’s equations remained unnoticed for a few decades after their formulation, namely, that the theory remains unchanged after a certain type of transformation, known as a Gauge transformation, is applied. The exact definition of a Gauge transformation is beyond the scope of this article, and an attempt to do so without recourse to other definitions and a bit of mathematics, would most likely mislead the reader. However, a simple geometrical analogy can be made: The equation of a circle remains unchanged if we rotate the coordinate system in which it is described. In the case of the circle, the transformation we considered was a rotation, and a physicist would say that the circle is invariant under rotations. We could equivalently start by saying that there is a geometrical object that is invariant under rotations and derive the equation of a circle. In the same way, we could start by assuming that the laws of electromagnetism are invariant under these more abstract Gauge transformations and derive Maxwell’s equations. Therefore, a general principle of invariance allows us to derive electrodynamics and have an almost geometrical understanding of it.

Physicists went even further to assume that all theories should be Gauge invariant, and this assumption worked extremely well for describing the world at the smallest scales. Elementary particle physics describes the world in terms of its most basic components (particles) and the interactions between them; there are so far four known fundamental interactions (or forces): the electromagnetic force, the weak force, the strong force, and the gravitational force. Each of the fundamental interactions is mediated by “messenger» particles. In the case of the electromagnetic interaction, the mediating particle is called the photon, and Gauge invariance is consistent with the photon being massless, which is true as far as we know. However, experiments show that other interactions have mediating particles that are in fact very massive. This seems to be in contradiction with the assumption of Gauge invariance. During the ’60s, a few physicists, including Peter Higgs, independently thought of a way out of this problem. The result: The simplest possible mechanism to preserve Gauge invariance necessitates a new particle. This solution, although thought to be somewhat ad hoc by some, was accepted by most.

The effect of this predicted extra particle, now known as the Higgs particle, is to give mass to other particles. The Higgs particle can be thought to “hover» around other particles making it harder for them to move, and also harder to stop once they are in motion, so that they have essentially acquired mass. The final verdict on this theory can only be given by an actual detection of such a particle. This has been one of the main goals of particle physics experiments for the past four decades. These experiments have the difficult task of recreating the conditions present during the first few seconds of the Big Bang, the moment when it is thought the Higgs particle was born.

The Higgs may seem like an artificial construct, made up so that our theories are consistent with observations. However, there are also other situations in which particles acquire mass through a mechanism similar to the Higgs mechanism, namely, when charged particles such as an electron travel through some macroscopic material. It is well known by solid state physicists that when electrons move through certain material, they may effectively acquire more mass. As the electron travels through a medium, the positively charged nuclei that are close to the electron tend to become closer to the negatively charged electron, and, as a result, an outside observer would see a more massive particle. In this example, the medium plays a role very similar to the Higgs particle, or more precisely, the Higgs field. Again one wonders whether these similarities are real or just simply have the human imprint. Is the universe really that self-similar? There is at least one human part that is difficult to take away: Our constant need to relate to other more familiar ideas. This is something that constantly drives our pursuit of knowledge. In this sense, science is not all that different from the way we experience our everyday life: We constantly compare the landscape, the people, and the overall experience with more familiar ones. For this reason we have become proficient at detecting self-similarities in nature, and feel we have gained understanding when unifying principles are found.

There will always be some human imprint in our effort to understand nature. However, what brings us closer to understanding reality is not so much our attempt at flawless reasoning, but our attempt to find ways to test our reasoning. Testing our reasoning with observations is in some sense a way to “detach” our theories from humanity and make them more objective. Our reasoning allows us to propose unifying “simple” ideas (such as that of an invariance) from which we can also make predictions. What is remarkable is when theoretical predictions are confirmed; when we succeed at slightly detaching our theories from humanity and are allowed to have a small glimpse of reality. If the recent claim of the discovery of the Higgs particle is confirmed, it would be one of the greatest achievements of mankind. Not only would we better understand why we have mass, but it would help stabilize the ground that supports much of the standard elementary particle physics model. However, not all is glory in physics and the work is far from over; all of what has been described above only accounts for a very small fraction of the universe. That is, ordinary matter made of known elementary particles accounts for less than five percent of the mass of the known universe. There is still plenty of room to use our imagination and test our “flesh-and-bone» theories.

Paul D. Núñez

did his undergraduate studies in physics at Universidad de los Andes in Colombia. He holds a Ph.D. in the Department of Physics & Astronomy at the University of Utah, where he specialized in astrophysics. He is a published author in leading scientific journals and is now a postdoctoral fellow at the College de France.

 

Las manos de la ausencia

El exilio va dejando huellas que son imposibles de borrar, tanto en el cuerpo como en el alma, y el regreso al país natal se va convirtiendo en un sueño.

por Efrén Rodrigo Herrera

En medio del pugilato de mis manos contra el teclado, las imágenes se agolpan en mi mente, se mueven raudas las tres. Manos y mente me transportan al pasado y aparecen otras manos. Esas manos, entonces vivaces, ágiles, capaces de asir el azadón de arar la tierra, de apretar con firmeza mi piel para cerrar las heridas que, de cuando en cuando, abrían en mi cuerpo la imprudencia infantil y la osadía, vienen a mi cabeza atormentada por la idea de volver a mi país cuya inestabilidad aún no garantiza mi regreso.

Una docena de años han pasado y aún las veo moviéndose para decir adiós, a través de las ventanas del aeropuerto internacional El Dorado que desde entonces permanece en remodelación, como mi ciudad natal, como mi vida entera. Paradoja histórica, pensaba yo, mientras mis pies me llevaban en dirección a la salida 8 de la sala internacional para abordar el avión que me llevaría al exilio.

Ciudad de Bogota. Foto de Sara Jimena Santos

Según lo que aprendí en la escuela, a la que llegué aferrado a esas manos que ahora me despedían, los conquistadores españoles llegaron a Colombia atraídos por el brillo del dorado, y ahora yo me estaba alejando de él atraído por otro brillo, el de la luz de la supervivencia. Pero qué opaca ha sido mi vida desde entonces.

Cuánto he ganado, pero también cuánto he perdido. Necesitaría de sus manos y de las mías para hacer las cuentas.

“Los días a las semanas y los meses a los años van sumando”, me decía y me mostraba con sus manos enseñándome a sumar y también a escribir. Mientras garrapateaba mis primeras letras en el cuaderno de rayas azules, mis ojos miraban de soslayo esas manos marcadas por su lucha al arañar el mundo en busca del sustento y me sentía seguro porque sabía que esas manos me mantendrían a salvo de todo y de todos. Por eso me dejaron partir aquella mañana de abril y se agitaron hacia el cielo para decir adiós.

Quizá no debí mirar atrás, para evitar que su recuerdo me golpeara como golpean las olas a las rocas en el mar, horadándolas, como buscando su alma para llevarlas más allá del tiempo y la distancia.

Pero ya no hay tiempo y en sus manos queda su paso inexorable, son ahora piel marchita que se pega al hueso, ateridas, yertas de nostalgia. Exánimes como su mente reposan sobre su cuerpo ya sin fuerza. No pueden, aunque quieran, asir ni el azadón, ni mi piel con mil heridas que hoy se abren a lo lejos.

Las manos de mi padre aún me esperan, y, por ahora, no es posible el regreso.

Hipólito y la evidencia [cuento]

Cuento en verso

Por Carolina Bustos

Hipólito ¿por qué lloras? -Pregunta la bruja.
Hipólito, lógico, observa y describe la belleza del paisaje macizo:
hay melones y fresas expuestos en la naturaleza muerta.
Toca, saborea, desliza su olfato hasta el fondo de sus pechos, suave delicia.
Tan sólo imagina, si los comiera no sabrían tan bien.

Un extraño cuadro es su territorio
una esfera amorfa lo rodea y cubre sus ojos.
¿Acaso el reflejo de su sombra o el aroma de los geranios
le susurra al oído nuevas verdades?

– ¿Cuándo fue la última evidencia, bruja ? -Pregunta él.
– Creo que fue ayer; o antes de ayer; o hace ya algunos años…
¿Evidencias? ¿Crees que son oportunas? -Dice la bruja.
– No lo sé. Es otra manera objetiva de nombrar el mundo real. -Le responde.

Real es la lágrima que brota arqueando el rostro de la niña.
Irreal el espasmo de una señal de alarma del último barco en Louisiana.
– ¿Conoces Orléans?
– No, pero debería tomar una escoba para ir a la Nueva.

Aprendí que escoba en tu lengua se dice broom. Y que soy una witch.
También que estrechas son las cumbres que nos separan
Y que no hubo un witchcraft tan poderoso
para hacerte sucumbir ante la tórrida materia que compone mi silueta.

Hipólito ¿por qué lloras? -Pregunta la bruja.

Hipólito, testarudo, se pregunta por qué una bruja enfatiza en evidencias.
Infame es pensar en que él no las conoce,
como si en una época bucólica el jugo del almíbar no hiciera a una fruta más feliz
a las que fueron plantadas en su huerto.

Hubo melones, fresas y granadas maduras:
éstas, no aparecieron en cuadros profanos para agradar a cazadores furtivos.
La bruja afligida se aglutina como una masa de trigo
que puede estrangularlo peor que un hechizo.

Temiendo nuevamente amarlo,
toma su vuelo sin perder brío.
Hipólito no llora en público, sigue rampante cuesta abajo,
es gringosófico, pero casi nunca filantrópico.

Evidenciar, deducir o inferir que las brujas son brujas
y que los brebajes son substancias peligrosas
son evidencias que a largo plazo pueden ser juzgadas ilusorias.
Circunstancias ateridas al paso del tiempo, afirmaría él.

Como un capitán nocturno se dio a la marcha en la oscuridad
encontrando seres extraños, buscando ninfas de curvas bizarras que le evocaran a ella,
destruyó su ortografía y dejó las buenas intenciones.
Tal vez era demasiado tarde y se trataba de una sirena disfrazada.

Hipólito ¿por qué lloras? -Preguntó la bruja, a quien le colgaba una lágrima de plata del pecho.

Lógico es describir al mundo de manera objetiva. Ese fue su dictamen.
Pero la lógica no fue nuestra evidencia -Dijo la bruja volando y dudando sobre su hechizo.
Hipólito la miró a lo lejos y le respondió:
-Hay que desconfiar de todo brujita; sobre todo de cuentos de amor en verso.

París, invierno de 2011.

Carolina Bustos Beltrán (1979)

 Nació en Bogotá. Estudió en la Universidad Nacional de Colombia. Es filóloga, tiene una maestría en Estudios Latinoaméricanos y es una apasionada del tarot. Se trasladó a París en el año 2003, residió un año en Oporto y dos más en Madrid. Ha participado en revistas de literatura a nivel internacional y ha sido seleccionada finalista en concursos de dramaturgia (1996), cuento (2009) y poesía (2010) en Colombia y España. Actualmente es profesora de lengua española en varias universidades de París.